Crítica del modelo vigente de desarrollo

El modelo vigente de desarrollo en el mundo entero es consecuencia directa del paradigma mecanicista, por cuanto fragmenta y simplifica la realidad, la cual queda desprovista de todo aspecto medible o cuantificable, y, además, pierde de vista su funcionamiento como sistema, o sea, como un conjunto estrecho de relaciones e interconexiones.

Los principales aspectos que podemos destacar, para sistematizar la crítica del modelo vigente de desarrollo, son los siguientes:

Crisis económica y desigualdad

El materialismo

La esencia del modelo vigente de desarrollo se asienta en una arraigada visión materialista del propósito y la naturaleza fundamentales de la persona y de la sociedad. El problema está en creer que los aspectos espirituales, tales como la unidad y la cohesión social, la autorrealización personal y colectiva, la justicia, el bienestar, la paz, la felicidad y la seguridad son meros subproductos de los logros materiales, cuando en realidad estos surgen de la interacción entre la satisfacción de las necesidades materiales y sociales y la realización espiritual de la persona./1

El espejismo de la riqueza monetaria

Otro problema, que está en el centro de la operatividad del modelo mismo de desarrollo, es lo que podemos denominar un espejismo, que surge con la idea equivocada de que aumenta la riqueza en el mundo con el aumento de la riqueza monetaria. Este aumento, que ha sido gigantesco desde el comienzo de la Revolución Industrial al mecanizarse los procesos de producción para fabricar bienes en gran escala, se ha potenciado con la Revolución Tecnológica, sobre todo en el campo de las comunicaciones y de la información.

Sin entrar en el complejo terreno de la teoría económica, sino valiéndonos de las variables básicas de cualquier sistema económico, podemos comprender que la masa monetaria debería crecer, en forma vinculada y paralela, con la producción de bienes, con la prestación de servicios y con el intercambio comercial, siempre y cuando se den dos supuestos:

  • Que exista un sistema de remuneración justo, tanto para las diversas actividades económicas, como para todos los actores que participan en el sistema, en función de la importancia del aporte y del bienestar de la colectividad; y,
  • Que la base de sustentación del sistema, o sea, el conjunto de bienes o recursos objeto de la explotación económica, no sufra deterioro, es decir, que exista un proceso de aprovechamiento sostenible.

El problema radica en que la masa monetaria crece aunque no se den ninguno de estos dos supuestos, como lo podemos observar fácilmente, a través de los siguientes aspectos:

  • Porque la economía remunera, monetariamente, una serie de actividades improductivas y hasta destructivas que no representan aumento en la riqueza real, – como la producción y el tráfico de armas y narcóticos, las redes de prostitución, los juegos de azar, la corrupción en todas sus formas – además de remunerar desorbidatadamente otras actividades como la financiera y la bursátil, y a grupos específicos, como es el caso de altos ejecutivos, deportistas de elite, figuras internacionales del espectáculo y del modelaje, etc., dejando de remunerar en forma adecuada a otros grupos y actividades. O sea, que se pierde por completo la conexidad entre beneficio general y remuneración económica, originando múltiples formas de injusticia y distorsión en el sistema.
  • Porque el patrimonio con que cuenta la humanidad, que son los bienes y recursos provenientes de la tierra, no es tenido en cuenta por el sistema, aunque este se deteriore severamente como ha acontecido en los últimos siglos. El razonamiento es muy sencillo, y resulta bastante incomprensible que la humanidad no se lo hubiera planteado con anterioridad: si alguien dilapida una fortuna que recibió para ser administrada, sería absurdo hablar de enriquecimiento cuando ella se derrocha. Pues bien, ¿por qué no se comprendía que estaba pasando lo mismo con los recursos de la naturaleza? ¿Cómo podía, y puede aún, pensarse que puede hablarse de la riqueza de países y de crecimiento de la economía, cuando venimos dilapidando los recursos que son su base de sustentación?

La tendencia a considerar los costos por contaminación y deterioro ambiental, o la de llevar una contabilidad adecuada de los recursos, es reciente, y aunque la conciencia del problema ha crecido en el mundo en las últimas décadas, todavía la política y la economía no tienen en cuenta plenamente esta variable, y siguen edificadas sobre un modelo produccionista y consumista, plenamente extractivo y destructivo.

La ecuación económica

El otro problema, también relacionado con la economía, y que tiene que ver con el fundamento mismo de la ciencia económica contemporánea, y ello es válido, tanto para el socialismo como para el capitalismo, es el de la ecuación de producción y consumo. Producimos bienes para el consumo, y este consumo genera capital, que hace posible más producción. Según la ecuación, mientras más producción y más consumo, mejor está la economía. Tanto el socialismo como el capitalismo han trabajado bajo el supuesto de que todos los habitantes de la tierra podríamos tener el estilo de vida de la clase media de los países desarrollados, es decir han operado bajo el paradigma del vaquero que expusimos anteriormente.

Desde la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro, los países del mundo comprendieron que había que cambiar la ecuación, pues «sólo la tierra, y no el hombre, es la que produce». El hombre transforma en bienes consumibles lo que la tierra produce. Con esta ecuación la economía mejora cuando la tierra produce más y el hombre consume menos, y para lograrlo debemos practicar lo que se conoce como el «ciclo de las 3 R: reutilizar, reciclar y reducir», ya que el cien por cien de lo que consumimos proviene de la tierra y vuelve a ella en forma de desechos. La tierra debe poder asimilar toda esa basura para poder volver a producir./2

El modelo industrial de desarrollo /3

El modelo vigente de desarrollo se ha identificado con el proceso conocido como industrialización, y los líderes del mundo de todas las ideologías lo han proclamado en forma reiterada – y lo siguen haciendo -como el ideal para toda nación moderna, como el único camino para salir del subdesarrollo. Tan esencial es la industria al actual modelo de desarrollo, que se llega a hablar, indistintamente, de países industrializados o desarrollados, y tan profundamente la industria ha caracterizado a esta época y sociedad, que ha sido llamada sociedad industrial.

Todas las actividades productivas, incluyendo la producción de alimentos, han sido transformadas por la industria, así como alteradas las formas de generación energética, y todos los países del mundo han sido incluidos en los programas de «industrialización» surgidos a partir de la década del 50, después de la aplicación del Plan Marshall en Europa.

Pero, hoy comprendemos que el principal agente de alteración del equilibrio natural es la producción en escala industrial, al no tener en cuenta la sostenibilidad de los recursos utilizados y los daños directos e indirectos ocasionados al medio ambiente. Y lo que resulta claro es que no se trata de un efecto colateral indeseado del modelo, sino de errores profundos implícitos en él.

Si vamos más allá, a este modelo responsable de la destrucción del ecosistema planetario, no podemos considerarlo como desarrollo, como Lucio Capalbo acota acertadamente:

«Resulta extraño y paradójico que si algo aporta beneficios reales por un lado, tenga efectos tan nocivos por el otro. Evidentemente, el modelo industrial, al ser responsable de la destrucción del ecosistema planetario, no puede ser considerado verdaderamente un modelo de desarrollo. Contrariamente a lo que puede pensarse, este mayor grado de industrialización – que, por otra parte, solo es característico de un 20% de la población mundial- no puede ser considerado desarrollo y el planeta entero está subdesarrollado»./4

El modelo ha exacerbado, además la crónica pobreza de gran parte de la humanidad, si consideramos las diferencias entre naciones, y entre el campo y la ciudad, a causa del permanente deterioro de los términos de intercambio entre productos de alta tecnología y productos agrícolas primarios, a pesar de que estos últimos han sido, son y serán la base de la economía.

El modelo industrial se sostiene, desde el punto operativo, gracias a la alianza siempre renovada de intereses entre los líderes políticos que buscan poderío material, el sector industrial, que trabaja por su objetivo excluyente de lucro, y los medios de comunicación masiva que tienden puentes para incentivar el consumo mediante la publicidad. La población destinataria cierra el círculo y acepta la invitación a consumir.

La industrialización masiva ha creado megaciudades insostenibles e insustentables, que atentan contra la salud mental y física del hombre, porque ha hecho que el hombre se olvide de sus raíces. Un campesino migrado a la ciudad sufre de disfuncionalidad esencial: no sabe como moverse, como relacionarse, como atender sus necesidades, y por lo tanto se lumpeniza en muy poco tiempo.

El modelo industrial tiene algunas características centrales, en concordancia con aspectos dominantes en el paradigma mecanicista del mundo, como vimos anteriormente:

  • El Materialismo, presente en el móvil oculto que sostiene el funcionamiento del modelo, o sea, el ideal consumista, basado en el afán de poseer para llenar el vacío producido por la falta de valores trascendentes. El materialismo viene a ser una enfermedad del espíritu humano, caracterizada por un énfasis exagerado en lo material y en un egocentrismo que inhibe nuestra capacidad para trabajar colectivamente como una comunidad global. /5
  • La fragmentación, pues se concibe a la naturaleza y a la sociedad como formada por partes separadas y diferenciables que integran una gran maquinaria en calidad de engranajes, y donde la lucha, la división y la competencia se justifican y se consideran necesarias para el logro de los fines individuales, cuya suma vendrá a constituir el bienestar general.
  • Uniformidad y autoritarismo, por ser impuesto en forma avasallante e inconsulta en todos los rincones del planeta, sin atención alguna a la diversidad de los pueblos, y por no surgir desde la base de la sociedad sino desde las instancias superiores de poder o de gestión.

Desarrollo como crecimiento

El desarrollo como crecimiento

Hemos llegado a ser prisioneros de una visión anticuada de nuestra realidad global y de la naturaleza del progreso humano. Esta visión equivale el progreso humano con el crecimiento del valor de la producción económica y subordina, tanto las consideraciones humanas como las consideraciones ambientales, a esa meta. El resultado ha sido el consumo extravagante de los recursos del mundo por una minoría favorecida, con poco reconocimiento de los costos sociales y ambientales cargados por las mayorías.

Quienes defienden esta visión del desarrollo argumentan que el crecimiento continuo es la única esperanza para los pobres. Hay dos fallas básicas en este argumento. Primero, dadas las estructuras económicas y políticas existentes, la mayoría de los beneficios del crecimiento van en beneficio de los que están menos necesitados. Segundo, una continuación de los patrones convencionales del crecimiento reduce las habilidades de la ecología global para sostener por mucho tiempo más, aún los niveles de producción económica ya alcanzados.

Concepciones erróneas sobre el hombre y la sociedad

El modelo vigente de desarrollo, como consecuencia directa de los factores expuestos, incurre en una serie de errores de apreciación que intentaremos sintetizar como sigue:

  • La fragmentación del ser humano, de modo que supone que el comportamiento humano responde a manifestaciones opuestas de acuerdo a diversos aspectos de la vida, como si el homo sapiens, fuera diferente del homo œconomicus y del homo religiosus.
  • La idea arraigada de que la agresión y el conflicto son connaturales a la naturaleza humana, idea que parte de la comprensión errónea de la naturaleza de la agresión en el mundo animal proyectada en el mundo humano. Y es que la pregunta de rigor es la siguiente: si el ser humano es por naturaleza agresivo, violento y egoísta, ¿qué esperanzas existen de construir un mundo justo, pacífico y próspero? ¿Qué sentido tiene hablar de ideales, de unidad mundial, de un mundo mejor, si somos violentos y agresivos por naturaleza? No se puede construir una casa de oro con ladrillos de plomo, o lo que es lo mismo, una sociedad de oro con individuos de plomo, es decir, desprovistos de su potencialidad moral y espiritual.
  • Pero «la agresión humana no es innata, sino simplemente una consecuencia de los condicionamientos externos y de la educación, factores estos susceptibles de ser modificados»/6. Este punto de vista es corroborado en la Declaración de Sevilla por un grupo de eminentes científicos, quienes afirman que es incorrecto decir que el ser humano es intrínsecamente agresivo por herencia de su naturaleza animal. La agresividad fue quizá un componente necesario de la lucha por la existencia, pero hoy tenemos el suficiente potencial tecnológico como para liberarnos de la lucha por la satisfacción de nuestras necesidades físicas básicas. La corrección de este punta de vista distorsionado sobre nuestra naturaleza física es uno de los requisitos esenciales para la construcción de un mundo estable.
  • La concepción de la sociedad, tanto en el capitalismo como en el socialismo, está basada en el conflicto, la división y la competencia. No es percibida como un todo orgánico, sino como una colección de piezas sueltas en constante lucha y en pugna permanente. Este pensamiento tiene su origen en una concepción antigua y errónea de la llamada ‘ley de la selva’, entendida como competencia despiadada por la obtención de unos recursos limitados, La ecología ha venido a demostrarnos que la ley de la selva no es la de la competencia sino la de la cooperación, pues mientras más da cada uno al sistema, mejor están todos los demás componentes/7, y vino a demostrar que la agresión en el mundo animal responde a mecanismos de defensa, procesos de alimentación, procesos instintivos para mantener una densidad de población determinada o métodos para seleccionar a los más fuertes a la hora de la reproducción.
  • Sobre el supuesto erróneo anterior se propuso la creación de un sistema socioeconómico y político que incorporara dentro de su estructura el concepto de la avaricia humana y de la competencia entre los miembros de la sociedad por los escasos recursos. El problema radica, en consecuencia, que el paradigma ecológico no se ha aplicado aun a nuestra vida política y social.
  • La idea de que las culturas tradicionales constituyen un obstáculo para el progreso, entendido éste como modernización, industrialización y crecimiento económico, con metas de formación de capital, división del trabajo, ahorro, inversión, gasto público, etc.
  • La imagen del campesino, primero, como un ser ignorante, supersticioso, algo perezoso, que poco contribuía al crecimiento económico, y luego, como alguien detenido en el estado de arte de la tecnología que utilizaba. Estas dos concepciones llevaron a la implantación de los diversos modelos de industrialización urbana, que movilizaron millones de campesinos a la ciudad, y de modernización agrícola, con la famosa Revolución Verde.
  • La creencia nociva de que la complejidad de los procesos sociales es sólo dominio de las elites, negándoles a las masas su necesaria participación en el diseño de su propio proceso de desarrollo.

Inadecuación institucional

Todas nuestras instituciones han sido modeladas en concordancia con el paradigma mecanicista, que como vimos es divisionista, fragmentario y fundado en el conflicto. Las instituciones económicas y sociales se han construido sobre el tan mentado mercado libre basado en la competencia, o en la lucha de clases en un proceso dialéctico; las instituciones políticas han sido edificadas sobre el partidismo y la pugna de poderes – en los llamados países democráticos – o sobre el unipartidismo o dictadura del proletariado – en los totalitarios donde se pretende eliminar el conflicto por la vía de la imposición de una raza o de una clase sobre otras.

Los sistemas educativos, en su mayoría también fomentan la competencia, por causa de métodos de evaluación; los sistemas religiosos compiten entre sí, por medio de un sectarismo agresivo que descalifica a los otros sistemas como procedimiento para ganar adeptos; el mundo laboral fomenta la competencia para trepar por la pirámide jerárquica y económica; la vida familiar, la deportiva, la artística, entre otras, tampoco están desprovistas, en su lógica de funcionamiento interno, de conflicto y competencia.

De esta forma, la institucionalidad vigente, en su gran mayoría, no se corresponde con la realidad, la cual es interdependiente y cooperativa; ni es adecuada para responder a las necesidades de la raza humana en su conjunto. Sólo está al servicio de una pequeña porción de la humanidad que disfruta los beneficios del progreso de espaldas a la situación de la mayoría, y de espaldas al gigantesco deterioro ambiental producido para mantener sus privilegios.

Referencias

1 COMUNIDAD INTERNACIONAL BAHÁ’Í, Hacia un Modelo de Desarrollo para el siglo XXI, Documento preparatorio para la Cumbre de Desarrollo Social, agosto 1994.

2 NEWTON, Peter. Conferencia: ¿Capitalismo, comunismo y ahora qué?, Quito, noviembre de 1998.

3 Basado en NEWTON Peter y LÓPEZ DÁVILA Carlos, Hacia un Nuevo Modelo de Desarrollo, Ponencia presentada en el II Congreso Ecuatoriano del Medio Ambiente, Quito, 1995.

4 CAPALBO, Lucio: Ecología y Unidad Mundial, Nueva América Ediciones, Quito 1995, pág. 26. Y en su libro El Planeta Subdesarrollado expresa: Aun cuando se aceptara que América del Norte, Europa occidental y Japón estuvieran «desarrollados», al ser islas rodeadas de una vasta mayoría subdesarrollada no podrían considerarse estructuras estables. Pero la hipótesis va más allá: ni siquiera estas áreas convencionalmente consideradas desarrolladas lo estarían. Para fundamentarlo, consideremos el conjunto de indicadores psicológicos y sociales absolutamente incompatibles con el verdadero desarrollo que se presenta en las sociedades industrializadas: la proliferación del malestar psíquico, que se manifiesta en un alto número de personas con depresión, angustia, estrés, sin contar un creciente índice de suicidios, la adicción a psicofármacos, la falta de seguridad social, el desempleo, el debilitamiento y la disolución de los lazos familiares, las oleadas de robos, violencia y homicidios, las perversiones y abusos sexuales, la prostitución, el tráfico de drogas, de armas, de órganos y tantas otras nefastas actividades.

5 COMUNIDAD INTERNACIONAL BAHÁ’Í, Declaración Bahá’í sobre la Naturaleza.6 DAHL, Arthur Lyon: A Menos Que…, Editorial Bahá’í de España, Barcelona, 1993, pág. 487 NEWTON, Peter, Conferencia: ¿Capitalismo, comunismo y ahora qué?, Quito, noviembre de 1998. Al respecto acota el autor: «Piénsese, que si para reproducir un árbol sólo se necesita una semilla, ¿por qué cada árbol produce tantos miles de frutos? La mamá tortuga, ¿para qué pone tantos miles de huevos? La respuesta es: para alimentar al sistema del cual a su vez ella se alimenta. Esto es servicio mutuo, cooperación».

Etiquetas: , ,

Escriba una respuesta

Usted debe estar conectado para escribir un comentario.