Hacia un nuevo modelo de desarrollo

Introducción

Crisis ambiental

Los problemas ecológicos no conocen fronteras; sus causas y efectos son de naturaleza global.  Asimismo deben ser globales las soluciones que se planteen.  Ninguna medida mundial tendrá efecto dentro de la actual situación de anarquía internacional que reina, gracias al sistema vigente de ilimitada soberanía nacional.

Es necesario establecer un verdadero sistema legal internacional de representación democrática, con poderes legislativo, ejecutivo y judicial, capaz de ordenar los asuntos medioambientales, racionalizar el uso de los recursos del planeta y detener el flagrante abuso de la naturaleza por parte de cualquier miembro recalcitrante de la mancomunidad de naciones.

Profundizando en la materia, los aspectos que comúnmente se presentan como los problemas ecológicos del planeta, no son sino síntomas de una alteración mucho más profunda, que tiene que ver con los principios y valores que subyacen en el actual modelo de desarrollo industrial-produccionista, los cuales incluyen el extremo materialismo, la fragmentación de la sociedad, y una rígida uniformidad impuesta por medio del autoritarismo.

Ellos cohiben la inmensa capacidad de la humanidad para alcanzar sus aspiraciones de manera creativa y pacífica, y deben ser reemplazadas por un ethos que reconozca la naturaleza espiritual del hombre, la unidad esencial de la raza humana, y la necesidad de preservar y cultivar su rica diversidad.

La lista de los principales problemas ambientales, que incluye actualmente al calentamiento global, la disminución de la capa de ozono, la lluvia ácida, la contaminación de mares y ríos, el agotamiento de los recursos, entre otros problemas, representa consideraciones que trascienden, tanto en sus causas como en sus efectos, las fronteras nacionales e ideológicas.

«La lluvia ácida va donde la lleve el viento… Los desastres ecológicos nos afectan a todos directa o indirectamente, no importa quienes seamos o donde estemos: no hay ningún lugar a donde huir».1 Nuestro mundo funciona como un sistema único y sorprendentemente complejo e interdependiente, donde las fuerzas de la naturaleza, así como el daño causado por el hombre, traspasan todas las barreras existentes.

Siendo que los problemas medioambientales tienen un alcance global, no bastan las medidas o programas de alcance limitado, o únicamente enfocados a la solución de problemas puntuales.  Se requiere de soluciones que abarquen la totalidad del planeta. Sin embargo, la anarquía internacional inherente en el sistema actual de naciones soberanas, impide la realización de este objetivo.

Un sistema federativo de naciones

Es necesario, en consecuencia, establecer un sistema federado de naciones que formen parte integrante de una mancomunidad mundial, capaz de legislar, administrar y aplicar, de manera democrática, las medidas para el manejo racional de los recursos naturales del planeta en beneficio de la humanidad entera.

...la inevitable reducción de la soberanía nacional irrestringida, como preliminar indispensable para la formación de la futura mancomunidad de todas las naciones del mundo.  Cierta forma de superestado mundial debe necesariamente desarrollarse… Tal estado habrá de incluir en su órbita un poder ejecutivo internacional capacitado para hacer valer su autoridad suprema e incontrovertible sobre todo miembro recalcitrante de la mancomunidad, un parlamento mundial cuyos miembros serán elegidos por los representantes de sus respectivos países, y cuya elección será confirmada por sus respectivos gobiernos, y un tribunal supremo cuyos dictámenes tendrán carácter de obligatorio, aún en los casos en que las partes interesadas no hayan acordado someter voluntariamente el litigio a su consideración.2

Esta mancomunidad debe, tal como podemos visualizarla, consistir en una legislatura mundial, cuyos miembros, en calidad de albaceas de toda la humanidad, controlarán definitiva y enteramente los recursos de todas las naciones que la compongan y formularán aquellas leyes que sean requeridas para reglamentar la vida, satisfacer las necesidades y ajustar las relaciones de todas las razas y pueblos.3

Hoy, podemos constatar como esta imperiosa alternativa, va tomando fuerza en el pensamiento y en la acción de numeros grupos, instituciones, gobiernos y personas de toda clase y condición en todo el planeta.

Las medidas puntuales no bastan

Crisis ambientalCon la mayor conciencia adquirida por todos los sectores sociales en el mundo, ha comenzado la toma de medidas paliativas y preventivas de carácter ecológico.

En lo productivo, las medidas tradicionales mantienen los procesos convencionales con la anexión de sistemas orientados a disminuir la contaminación, fomentan el uso de materias primas procedentes de recursos renovables, o buscan una mayor eficiencia energética.

Otras medidas más drásticas prohiben el uso de productos o procesos nocivos, y en otros casos gravan o adicionan costos ecológicos a los mismos.

Finalmente, están las políticas orientadas a la transformación del sistema de producción mediante el uso de tecnologías alternativas, tales como el uso de energías limpias y renovables, la agricultura ecológica, la descentralización de la producción y de la población, y en general, la transformación de amplios sistemas antropogénicos.

Por importantes y necesarias que sean estas medidas, «la búsqueda de soluciones para los graves problemas ambientales y de desarrollo en el mundo, debe ir más allá de las propuestas técnico-utilitarias y abordar las causas subyacentes a la crisis».4 Lo que comúnmente se menciona como los «problemas ecológicos» no son más que síntomas cuyas raíces son más profundas.  En palabras de Lucio Capalbo:

…en realidad, por detrás de todas las posturas, conservadoras, moderadas, y aún las más radicales, existe una significativa omisión y una falta de introspección a fondo, y mientras no se llegue a la raíz última de esta crisis mundial, tampoco se le podrá dar solución real…5

El modelo vigente de desarrollo

Resulta entonces necesario realizar esa introspección a fondo, para descubrir en el modelo mismo de desarrollo vigente, prácticamente en todo el mundo, la causa fundamental de las agresiones sufridas por el medio ambiente.

Y es que dicho modelo de desarrollo se ha identificado completamente con el modelo industrial.  Los líderes políticos de todas las ideologías, han proclamado hasta el cansancio el ideal de industrialización para toda nación moderna.  Han afirmado innumerables veces la pretendida asociación entre una mayor producción de objetos y servicios, y una mejoría en la calidad de vida.

Tan esencial es la industria al actual modelo de desarrollo, que se ha llegado a hablar indistintamente de países industrializados o desarrollados, y tan profundamente esa industria ha caracterizado a esta época y sociedad, que se la ha llamado sociedad industrial.

Todas las actividades productivas, incluyendo la producción de alimentos, han sido transformadas por la industria, así como alteradas las formas de generación energética, y todos los países del mundo han sido incluidos en los programas de «industrialización» surgidos a partir de la década del 50, después de la aplicación del Plan Marshall en Europa.

El principal agente de alteración del equilibrio natural, es la producción en escala industrial.  Por lo tanto, no se trata de un efecto colateral indeseado, sino de errores profundos implícitos en el modelo vigente.  Si vamos más allá, a este modelo responsable de la destrucción del ecosistema planetario, no podemos considerarlo como desarrollo:

«Contrariamente a lo que puede pensarse, este mayor grado de industrialización –que, por otra parte, sólo es característico de un 20% de la población mundial– no puede ser considerado desarrollo y el planeta entero está subdesarrollado.»6

Este modelo ha exacerbado además la crónica pobreza de gran parte de la humanidad, si consideramos las diferencias entre naciones, y entre el campo y la ciudad, a causa del permanente deterioro de los términos de intercambio entre productos de «alta tecnología» y productos agrícolas primarios, a pesar de que estos últimos son la base de la economía.

Ahora bien, ¿por qué se sostiene el modelo industrial?

Desde un punto de vista operativo, gracias a la alianza siempre renovada de intereses entre los líderes políticos que buscan poderío material, el sector industrial, que trabaja por su objetivo excluyente de lucro, y los medios de comunicación masiva que tienden puentes para incentivar el consumo mediante la publicidad.  La población destinataria cierra el círculo y acepta la invitación a consumir.

Las características del modelo industrial

Modelo industrial de desarrolloPero el móvil oculto, que sostiene el funcionamiento de este modelo, es el ideal consumista basado en el afán de poseer para llenar el vacío producido por la falta de valores más trascendentes.

Así, podemos mencionar que una primera característica del modelo industrial, es el materialismo:

Desde el punto de vista bahá’í, las principales amenazas que penden sobre el entorno medioambiental de nuestro mundo, como la de la aniquilación nuclear, son manifestaciones de una enfermedad del espíritu humano que se ha extendido por todo el mundo, enfermedad que se caracteriza por un exagerado énfasis en lo material y un egocentrismo que inhibe nuestra capacidad para trabajar colectivamente como una comunidad global.7

Un segundo rasgo del modelo es la fragmentación, pues se concibe que, tanto la naturaleza como la sociedad, están formadas por partes separadas y diferenciables que integran una gran maquinaria en calidad de engranajes, donde la lucha, la división y la competencia se justifican y se consideran necesarias, para el supuesto logro de sus fines y la consecución del bienestar general, considerado este como la suma del bienestar de los individuos.

Esta perspectiva está sustentada en la idea de que el hombre es intrínsecamente egoísta y agresivo, y que la lucha es un elemento básico de la existencia.  Este, sin embargo, es un sofisma que parte de la comprensión errónea de la naturaleza de la agresión en el mundo animal para proyectarla en el mundo humano.

Como dice Arthur Dahl, destacado ambientalista bahá’í, «la agresión humana no es innata, sino simplemente una consecuencia de los condicionamientos externos y de la educación, factores éstos susceptibles de ser modificados».8 Este punto de vista es corroborado en la Declaración de Sevilla por un grupo de eminentes científicos quienes afirman que es incorrecto decir que el ser humano es intrínsecamente agresivo, por herencia de su naturaleza animal.

La tercera característica del modelo industrial es la de ser uniforme y autoritario, por ser impuesto en forma avasallante e inconsulta a todos los rincones del planeta, sin atención alguna a la diversidad cultural de los pueblos, y por no surgir desde la base de la sociedad sino desde instancias superiores de poder o de gestión, ya sean estas internas o externas.

Teniendo en cuenta esas limitaciones, en este punto nos preguntamos: ¿no es acaso necesario un cambio de modelo, retomando las palabras atribuidas a Albert Einstein, en el sentido de que no es posible solucionar un problema con la misma mentalidad que lo originó?

La validez de este cuestionamiento, es contemplada en las enseñanzas de Bahá’u’lláh:

“Si los ideales largamente acariciados y las instituciones largamente veneradas, si ciertas convenciones sociales y fórmulas religiosas han dejado de fomentar el bienestar de la mayoría de la humanidad, si ya no cubren las necesidades de una humanidad en continua evolución, que sean descartadas y que queden relegadas al lugar de las doctrinas obsoletas y olvidadas.  ¿Por qué éstas, en un mundo sujeto a la inmutable ley del cambio y la decadencia, han de quedar eximidas del deterioro que necesariamente se apodera de toda institución humana? Porque las pautas legales, las teorías políticas y económicas han sido diseñadas sólo para proteger los intereses de la humanidad toda, y no para que la humanidad se vea crucificada por la conservación de la integridad de alguna ley o doctrina determinada”. 9

En busca de un nuevo modelo

Desarrollo comunitarioSi el modelo vigente de desarrollo es deficiente, debemos emprender la búsqueda de uno nuevo, basado en valores apropiados para responder a las necesidades de la edad actual.  Estos valores deben basarse en la naturaleza espiritual del ser humano, sin que esto signifique que se releguen o se soslayen sus necesidades materiales, alcanzando una nueva visión que integre armónicamente todos los aspectos de su realidad.  Como lo afirma Lucio Capalbo:

“Si el modelo industrial-produccionista, que es responsable de la prolongada injusticia social, y que ha sellado su fracaso absoluto al provocar, ya en su fase límite, el deterioro ecológico planetario, es materialista, divisionista y uniformemente autoritario, nos es dable pensar por contraste que el nuevo modelo de desarrollo, si es que habrá de permitir a nuestra especie salir de su dramática coyuntura, deberá revalorizar los valores espirituales, fomentar la unidad mundial y la participación de los pueblos en toda su diversidad.”10

Lucio Capalbo lo explica desde el punto de vista de la historia de la relación del hombre con la naturaleza:

“Desde un punto de vista ecológico, podríamos caracterizar a esa lejana infancia de la humanidad como un tiempo en que el hombre coexistía con la naturaleza simbióticamente, como el niño que aún no se reconoce diferente de su madre.  Pero pronto el hombre necesitó abandonar esa armonía primigenia con la «madre» naturaleza y buscó diferenciarse, reconocerse superior al resto de las criaturas.  Sintió así el derecho a dominarlas y sojuzgarlas.  Fue la etapa de la estructura patriarcal, la guerra, las conquistas, la explotación casi indiscriminada de los recursos de la tierra.  Pero ahora, la crisis ecológica nos anuncia que llegó la hora de deponer tal actitud y buscar un nuevo equilibrio, ya no como elementos indiferenciados, sino conscientes de nuestra posición especial y distintiva en el planeta, pero en una nueva armonía, según la cual la faz de la tierra sea transformada, sólo de acuerdo a patrones de sustentabilidad.11

Pero, para llegar a este punto, la humanidad deberá reconocer previamente su unidad esencial, como un solo cuerpo.

En palabras de Bahá’u’lláh: «El bienestar de la humanidad, su paz y su seguridad son inalcanzables a menos que su unidad sea firmemente establecida».12 y, «La tierra es un solo país y la humanidad sus ciudadanos».13 Sin embargo, ésta unidad no supone, como equivocadamente suele creerse, la uniformidad, sino todo lo contrario: la plena expresión de la diversidad.

Solo el principio de la unidad en la diversidad y su aplicación a la vida de los individuos y los pueblos, hará posible los logros potenciales de esta nueva era, en la que incumbe a cada comunidad buscar soluciones partiendo de su propia identidad cultural.

La naturaleza de las transformaciones sociales

Las transformaciones sociales prescritas por Bahá’u’lláh son de gran magnitud, y constituyen el fundamento para la solución de los problemas medioambientales.

  1. Como ya se ha mencionado, es indispensable la construcción de una federación mundial de naciones, con sus respectivos poderes legislativo, ejecutivo y judicial internacionales.Los pueblos del mundo se han vuelto definitivamente interdependientes, y la ilimitada soberanía nacional se ha convertido en el mayor obstáculo para la solución pacífica de los problemas globales, entre ellos el ecológico.
  2. La eliminación de los extremos de riqueza y pobreza, tanto entre naciones como entre individuos, basada en nuevos conceptos de justicia económica. En muchas regiones del mundo los atentados contra los recursos naturales se producen por cuenta de las clases más desfavorecidas, que buscan la parte de la riqueza mundial que en justicia les corresponde.
  3. Las estructuras patriarcales, las actitudes paternalistas y el privilegio de los hombres sobre las mujeres, deberán dar paso al equilibrio entre lo femenino y lo masculino.Esto favorecerá la causa del medio ambiente al introducir un nuevo espíritu inspirado en los valores femeninos a la hora de tomar decisiones en relación con los recursos naturales: “El mundo del pasado ha sido gobernado por la fuerza, y el hombre ha dominado a la mujer debido a sus características más potentes y agresivas, tanto físicas como mentales. Pero el equilibrio está variando; la fuerza está perdiendo su dominio, y la viveza mental, la intuición y las cualidades espirituales de amor y servicio, en las que la mujer es fuerte, están ganando en poder. En adelante tendremos una época menos masculina y más influida por los ideales femeninos, o para explicarnos más exactamente, será una época en la que los elementos masculinos y los femeninos de la civilización estarán más equilibrados.” 14
  4. Deberán asimismo eliminarse los prejuicios raciales, de clase, nación o credo, gracias a la plena aplicación del principio de unidad en diversidad.  Todo tipo de dominio o prevalencia de un grupo humano sobre otro, deberá abolirse por completo.Como consecuencia, las relaciones humanas podrán basarse en principios de cooperación y reciprocidad, en lugar de la competencia y el conflicto, por lo que el impacto sobre los recursos naturales disminuiría sensiblemente y transcurriría por cauces equilibrados.
  5. El principio de educación universal es otro de los requisitos para la formación de una conciencia conservacionista a nivel mundial. Se trata, eso si, de una educación integral –física, intelectual y espiritual– que ponga de relieve la interdependencia de los seres humanos y su relación armoniosa con la naturaleza, con la plena conciencia de que el beneficio del todo es la única forma legítima de obtener el beneficio de la parte.
  6. La armonía entre el conocimiento científico y la verdad religiosa, es fundamental para el desarrollo de una civilización que respete los recursos naturales, pues el divorcio entre las dos ha impedido que la ciencia encuentre en los valores morales la guía que defina su campo de acción.
  7. En el plano institucional, Bahá’u’lláh introdujo un diseño completamente distinto a las estructuras conocidas hasta el presente: un sistema basado en cuerpos colegiados, elegidos por voto secreto sin proselitismo, sin formación de partidos o facciones en su seno, con plena participación de todos los miembros en su diversidad.Estas instituciones están ordenadas según diversos niveles: local, nacional y mundial, permitiendo la existencia de estructuras descentralizadas y al mismo tiempo coordinadas globalmente.Sólo una estructura de este tipo, permitirá un adecuado manejo de los recursos naturales, funcionando cada comunidad como un ecosistema integrado a otros sistemas mayores.
  8. En dichas estructuras institucionales, el arte de la consulta, por contraste con el debate y la contienda, es la clave para la resolución de todos los asuntos, pues permite la aplicación operativa del principio de unidad en diversidad, fluyendo el proceso de toma de decisiones en forma horizontal.  Al mismo tiempo permite la circulación de la guía y orientación de las instituciones de arriba hacia abajo, y las sugerencias, propuestas y proyectos, de abajo hacia arriba.
  9. Otras transformaciones sociales enunciadas por Bahá’u’lláh se refieren a la revalorización de la agricultura como base del sistema económico y al retorno a la estructura comunitaria, que permita la administración de todos los recursos, y la armonía de todos sus integrantes.Hace 130 años, cuando la ecología como ciencia no era tan siquiera imaginada, Bahá’u’lláh anunció que las leyes fundamentales del universo eran la interdependencia y la cooperación, verdad que vino a ser comprobada científicamente con el conocimiento del funcionamiento de los ecosistemas, en los que los organismos que los integran usan eficientemente la energía, los materiales y los recursos, reduciendo al máximo las pérdidas y el despilfarro.  Este concepto está claramente expuesto por Bahá’u’lláh: “Por naturaleza se entienden aquellas propiedades inherentes y relaciones necesarias derivadas de las realidades de las cosas.  Y estas realidades, aunque de una diversidad extrema, están íntimamente conectadas la una con la otra… Se asemeja el mundo de la existencia al templo del hombre.  Todos los órganos del cuerpo humano se ayudan mutuamente y por ello la vida continúa… Del mismo modo, entre las partes de la existencia hay una conexión maravillosa y un intercambio de fuerzas que es la causa de la vida del mundo y la continuación de estos innumerables fenómenos”.15

Referencias

  1. Arthur Lyon Dahl, A menos que… Editorial Bahá’í de España, 1993, pag. 12
  2. Casa Universal de Justicia, La Promesa de Paz Mundial, pag. 20.
  3. Shoghi Effendi, El Desenvolvimiento de la Civilización Mundial, EBILA, Buenos Aires, 1972, pag. 69.
  4. Comunidad Internacional Bahá’í, Elementos que deben incluirse en la propuesta «Carta de la Tierra«, 1992.
  5. Lucio Capalbo, Ecología y Unidad Mundial, N. América Ediciones, 1995, pag. 15.
  6. Lucio Capalbo, ibid., pag. 17.
  7. Declaración Bahá’í sobre la Naturaleza
  8. Arthur Lyon Dahl, ibid., pag. 48
  9. Shoghi Effendi, La Meta de un Nuevo Orden Mundial, EBILA, Buenos Aires, 1973, pags. 23 y 24
  10. Lucio Capalbo, ibid., pag. 22
  11. Lucio Capalbo, ibid., pag. 36
  12. Bahá’u’lláh, Pasajes de los Escritos de Bahá’u’lláh, EBILA, Buenos Aires, 1972, pag. 4
  13. Bahá’u’lláh, ibid.
  14. ‘Abdu’l-Bahá, citado en La Promesa de Paz Mundial, Casa Universal de Justicia, 1985.
  15. Bahá’u’lláh, Citado en la Declaración Bahá’í sobre la Naturaleza

* Ponencia elaborada por Peter Newton y Carlos E. López y presentada a nombre de la Asamblea Espiritual Nacional de los Bahá’ís del Ecuador en la plenaria del Segundo Congreso del Medio Ambiente en Ecuador – 1995.

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